miércoles, 18 de diciembre de 2013

Rompecabezas (La otra historia de Avellaneda)


Aunque desde su matrimonio (el de Laura), se habían visto ocasionalmente, Martín nunca se había atrevido a besarla. Le faltaba valor a pesar de ese  brillo en los ojos de Laura que sólo Martín lograba despertar.
No se atrevió a besarla cuando comieron en casa de Laura, y salieron a fumar un cigarro.
No se atrevió a besarla cuando Laura pasó por él al hotel en el que se hospedaba.

Laura estaba de visita en la Ciudad (vivía en M. desde antes de que nacieran sus gemelos). Como otras veces, salieron a comer. Martín le tomó la mano, como otra veces. Sus muslos quedaron demasiado cerca, como otras veces.

Laura insinuó sus ganas de dormir, y Martín sus ganas de besarla. "No aquí", dijo Laura. ¿Era eso "sí"? Martín decidió que valía la pena el riesgo y, ya en el coche, la besó.

Ella le devolvió el beso, se abrazó contra él....y se despidieron. Martín sintió otra vez el peso de la distancia. Laura sintió en su sexo el deseo de tener a Martín.
Aún así, cada uno regresó a su vida cotidiana. El trabajo, la familia, los hijos...

La siguiente vez que se vieron, no hubo ya dudas. Después de un vuelo matutino en que Laura regresó a la Ciudad, se enzarzaron en un desnudo abrazo esperado muchos años. Por Laura. Por Martín.

Por muchos años se habían negado a aceptar la falta que se hacían el uno a la otra.

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Martín Santomé no dejaba de pensar en Laura. Diariamente se escribían en el teléfono celular. Habían logrado esa confianza infinita que sólo pocas parejas logran... Esa confianza que ninguno había logrado con sus respectivas parejas.

Por eso no sorprendió a Martín que Laura le pidiera ser, más que amantes, amigos.
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 Al día siguiente, Martín percibió su alma confundida, como un rompecabezas... Un rompecabezas al que faltara una pieza con la siuleta de Laura.
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Laura, por su lado, sigue convencida de que lo que tiene que ser, será... a su tiempo, y en su momento