domingo, 20 de marzo de 2011

Somnolencia

Es noviembre, y el calor del sol oscila entre lo agobiante y lo agradable (cuando se ronda el medio siglo, un poco de calor parece "agradable"). Es curioso. Después de unos meses de ser extrajero en una nueva ciudad, la encuentro más parecida a las calles de mi infancia que la propia ciudad de México: No se trata sólo de que las colonias son más tranquilas, más habitables, más caminables. Se trata también del clima, del color del cielo, de los árboles siempre floreados. Chapalita me pone nostálgico. Me recuerda la Condesa, donde crecí. La Condesa, donde sólo había que caminar unas cuadras para llegar a Chapultepec. Subir al Castillo y dejarse caer en patines-como aquel mítico "niño héroe" lo hizo por los aires- por el empinado sendero que baja desde el castillo.
¡Que gozo aquel de sentir el aire en la cara! (y a veces el suelo en las rodillas y las manos)!
Hace más de 40 años que me deslizaba en aquellos patines verdes; hace más de 40 años que me fui de pinta por primera vez a los ¡siete años!
Hoy, que desde el espejo me mira un individuo de pelo blanco y escaso donde apenas se reconoce el niño que algún día fui, se me agolpan las lágrimas a los ojos, sin atreverse aun a salir.
Salir a la calle, caminar, ver calles que recuerdan la infancia, saber que nadie te saludará porque nadie, absolutamente nadie, te conoce....
Quizá me encuentre algún día a Pedro Páramo y entonces comprenda que no soy mas que un fantasma en el recuerdo de alguien más que tampoco existió.