martes, 13 de octubre de 2020

Y no, nunca cruzó tu mente

Nunca cruzó tu mente pensar que yo también quise saberme amado.

para ti fue suficiente sentirte amada, y no te diste cuenta de que en tu descuido, rompiste ese amor en mil pedazos.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Tiembla ...otra vez

Tiembla. El temblor "me agarró" en un décimo piso, sobre avenida Reforma. No es el primero que me toca trabajando en esas alturas, ni en esa zona. Tampoco es que el que he sentido más fuerte, dentro de la subjetividad de esa percepción.
Al bajar no se veía destrucción. Sí, unas cuantas fachadas descarapeladas y nada mas.
Pasan los minutos y nos vamos enterando, como hace 32 años, de la magnitud de la tragedia.
Sí, se cayeron menos edificios. Pero para quienes estaban allí, la magnitud de la tragedia es la misma.
La muerte de seres queridos, la agonía de la muerte en solitario...

Y hoy, como hace treinta y dos años, la movilización. Ahora mas comunicada. Quizá por lo mismo menos organizada.
Hace treinta y dos años cayó un edificio a una cuadra de mi casa, en la Narvarte. Cogí mi bicicleta y me fui al depósito de maquinaria de ICA, en la Escandón, a conseguir maquinaria.
No lo logré. La maquinaria había sido despachada a otros sitios de derrumbe.

Hace treinta y dos años cada quien veía la tragedia en su dimensión mas local: mis vecinos están allí abajo de los escombros.Hoy, esa misma tragedia tomó inmediatamente su dimensión a través de las comunicaciones electrónicas que, afortunadamente, no se cortaron.

Lo primero, localizar a la familia. Mis hijos y mi esposa bien. Mis papás, octogenarios, no respondían. Empiezo a oír rumores o noticias de edificios caídos en Narvarte, en Concepción Béistegui, donde ellos viven.

Me lanzo en esa dirección: en ecobici llegaré rápido. No es así. No hay servicio de ecobici. Empiezo a caminar. Conforme avanzo veo edificios muy dañados pero no colapsados, Me preocupo un poco menos. Logro comunicarme con mis papás faltando menos de un kilómetro para llegar a su casa. Están bien. Sólo asustados.

Llega también mi hermano Sergio. comemos en familia, mientras tratamos de actualizarnos: no hay luz, no hay señal de celular. Sabemos poco.
Al poco rato, llegan unos muchachos en bici, cargados de tambos de agua: se cayó un edificio en Eje Central.
Vamos. Cuando llegamos, están los vecinos (cientos de ellos), removiendo escombros. Otros, sirviendo a los rescatistas: agua, algún refresco...

Los más observando. No es curiosidad. No es morbo. Es querer ayudar y ver que hemos llegado tarde. Que en ese momento hay poco que hacer, salvo no estorbar. Nos retiramos, pensando en guardar fuerzas para el relevo del día siguiente.

Mis hijos tienen la edad que yo tenía en el temblor pasado. Mi hija Mariana sale al día siguiente a las 5 de la mañana para ponerse a disposición. Me da susto, y me llena de orgullo.

Mi hijo Cristóbal y yo vamos a San Gregorio, en Xochimilco donde- nos dicen hacen falta manos. compramos algunas herramientas y guantes en la tlapalería. Me doy cuenta de que están vendiendo la herramienta y los guantes, a su costo. Es su forma de cooperar

Veo a gente de todas condiciones sociales comprando y llevando cosas.
La ayuda (o la intención de ayuda) desborda la ciudad.

A ratos, sólo siento una inmensas ganas de llorar. Se mezclan en mi mente las escenas de la tragedia de hace 32 años. Y veo cómo a estos jóvenes no les hace falta el liderazgo de nosotros los casi-viejos.
Ellos tienen su propio liderazgo. Yo lo sigo. Hago lo que me indican y no hago el menor intento de usurpar un liderazgo que ya no es mío.

Me llena de consuelo ver que México existe, a pesar de los políticos corruptos. A pesar de los que han hecho su dinero explotando las vidas de otros.

Veo a los jóvenes ricos codo a codo con los hijos de obreros. Ojalá este temblor haya sacudido no sólo nuestras casas, sino nuestras conciencias, y nos demos cuenta de lo mucho que podemos.
De lo mucho que nos podemos querer si lo intentamos. De lo mucho que estamos en deuda unos con otros





sábado, 25 de junio de 2016

Haiku Berlín

Construyó un muro de silencio
tan alto, tan sólido
que resistió todas las invasiones del amor

lunes, 10 de agosto de 2015

Jubilación

Tomó una hoja de papel, pequeña, tamaño esquela, como aquellas en las que durante muchos años escribió sus notas. Como aquellas en las que durante muchos años traslado sus ideas y pensamientos en fórmulas, en algoritmos... Como aquellas hojas en las que durante muchos años dedicó su tiempo y su energía a solucionar problemas ajenos que, en el fondo, carecían de toda importancia.
Tomó pues, la hoja y la puso frente a sí, en el escritorio.
Tomó una pluma "BIC". Eso sí: punto fino. Como aquellas plumas que durante muchos años mordió mientras meditaba alguna propuesta de esas que eran, de alguna forma, sorprendentes. De esas que le ganaron la fama de "creativo" e "inteligente". De esas plumas con las que, entre una obligación y otra, a veces escribía cuentos, poemas, y luego los guardaba donde nadie pudiera verlos.
Con la hoja frente a sus ojos y la pluma en la mano, escribió: "pendientes para el día de hoy". Así, subrayado. Y sonrió: ese día, y muchos de los que venían, no tendría asuntos pendientes.
Sonrió y entendío que "Jubilación" tiene que ver con "Júbilo".


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Rompecabezas (La otra historia de Avellaneda)


Aunque desde su matrimonio (el de Laura), se habían visto ocasionalmente, Martín nunca se había atrevido a besarla. Le faltaba valor a pesar de ese  brillo en los ojos de Laura que sólo Martín lograba despertar.
No se atrevió a besarla cuando comieron en casa de Laura, y salieron a fumar un cigarro.
No se atrevió a besarla cuando Laura pasó por él al hotel en el que se hospedaba.

Laura estaba de visita en la Ciudad (vivía en M. desde antes de que nacieran sus gemelos). Como otras veces, salieron a comer. Martín le tomó la mano, como otra veces. Sus muslos quedaron demasiado cerca, como otras veces.

Laura insinuó sus ganas de dormir, y Martín sus ganas de besarla. "No aquí", dijo Laura. ¿Era eso "sí"? Martín decidió que valía la pena el riesgo y, ya en el coche, la besó.

Ella le devolvió el beso, se abrazó contra él....y se despidieron. Martín sintió otra vez el peso de la distancia. Laura sintió en su sexo el deseo de tener a Martín.
Aún así, cada uno regresó a su vida cotidiana. El trabajo, la familia, los hijos...

La siguiente vez que se vieron, no hubo ya dudas. Después de un vuelo matutino en que Laura regresó a la Ciudad, se enzarzaron en un desnudo abrazo esperado muchos años. Por Laura. Por Martín.

Por muchos años se habían negado a aceptar la falta que se hacían el uno a la otra.

...................
Martín Santomé no dejaba de pensar en Laura. Diariamente se escribían en el teléfono celular. Habían logrado esa confianza infinita que sólo pocas parejas logran... Esa confianza que ninguno había logrado con sus respectivas parejas.

Por eso no sorprendió a Martín que Laura le pidiera ser, más que amantes, amigos.
 ........
 Al día siguiente, Martín percibió su alma confundida, como un rompecabezas... Un rompecabezas al que faltara una pieza con la siuleta de Laura.
,,,,,,
Laura, por su lado, sigue convencida de que lo que tiene que ser, será... a su tiempo, y en su momento

sábado, 6 de julio de 2013

personajes (interludio haiku)

Me invadió la tristeza de no volverlos a ver, mientras se alejaban de mi vida al cerrar las páginas del libro que habitaban.

lunes, 1 de julio de 2013

Haiku

al despertar
habiamos sido un contraejemplo
de la impenetrabilidad de los cuerpos